Arribo a Hvitramannaland

En Vikingos y Berberiscos. Los más osados conquistadores (1978), posiblemente uno de sus trabajos más notables, Fonck determina el arribo a costas chilenas de embarcaciones libio-egipcias-berberiscas dirigidas por Maui y Rata, específicamente en el balneario de Rocas de Santo Domingo, desde donde remontaron a Tinguiririca, siguiendo el curso del Río Rapel (pag. 25), bajo el Reinado de Ptolomeo III (pag. 118). Añade Fonck, que éstas poblaciones norafricanas no se limitaron a la región de San Fernando, ya que en Arica volvemos a encontrar toponimias polinésicas (pag. 26). Fonck refuerza sus postulados por medio de vestigios arqueológicos, especialmente en Rocas de Santo Domingo, como por ejemplo, tortugas y cabezas de pájaros esculpidos en roca, talismanes líticos, trozos de una columna y un sarcófago (pag. 61 y ss), y la extraordinaria Piedra del Sol, un menhir calendárico de cinco metros de altura, como asimismo por medio de toponimia pascuense en la zona: Tinguiririca, Rengo, Requinoa, Chimbarongo, etc.

Vikingos y Berberiscos, destacan por su osadía y espíritu aventurero que los llevó a remotos lugares. Ambos grupos, comparten un origen en común: los Indoeuropeos, extendidos por Europeos, Asia y Oriente Medio (P.91), determinando que los Vikingos dominaron los mares en el Hemisferio Norte; y sus primo-hermanos, los Egipcio-Berberiscos, por su parte, el Hemisferio Sur (Pags. 91, 109, 144 y 146), ambos descendientes de un tronco común (pag. 160), como explica Fonck, por el hecho que las razas germánicas de distintos orígenes influenciaron las culturas mediterráneas, con lo que puede explicarse que los berberiscos y los tuareg parcialmente eran rubios, de ojos azules y piel blanca, naturalmente que tostada por el implacable sol del desierto (pag. 115), lo que es reforzado por estudios lingüísticos y culturales entre ambos grupos culturales (pag. 38).

El autor reitera su noción que en épocas prediluviales, haya existido un gran pueblo como el de los atlantes, que influenció indudablemente a los demás conglomerados étnicos con sus creencias, su idioma, sus costumbres y sus industrias, en forma que éstos, una vez desaparecida la gran isla, siguieron sustentando esas creencias y ese modo de vivir, el cual naturalmente tuvo que ir variando en contacto con pueblos que tal vez hubiesen vivido aislados, en islas o en extremos inaccesibles de algunos continentes (pag. 111), agregando que tal vez el origen de todos estos pueblos haya estado en la legendaria isla Atlantis de la que informó en forma escueta y verídica el gran sabio griego Platón. Así podría comprenderse el gran número de toponimias en Europa y en multitud de países en Europa, Asia, África y América, como también en Polinesia (P.Ib). De este modo, establece el posible arribo de tribus celtas ó sus descendientes a Chile, como ha podido rastrear en algunas construcciones estilo menhir (pag. 127). Los Vikingos llamaron a América la Tierra de Hvitrama, es decir, La Tierra de los Hombres Blancos, gobernado por hombres de su estirpe, blancos y de ojos azules, de pelo rubio (pag. 137), señalando también la existencia de los indios blancos en Sudamérica, en países como Venezuela, Colombia, Brasil y Chile (pag. 138).